Hace una semana justo que os dejé allá en Paris en manos de la policía chalada que abusa del poder y se toma la justicia de su mano, como si fuera algo banal y manipulable. Me fui con una rabia enorme por dentro al ver ante mis ojos la hipocresía que reinaba en nuestro mundo civilizado… Resulta que un movimiento pacífico es recibido como una banda terrorista, ¿quién tiene miedo? ¿y de qué?
Sin duda, los de arriba están cagados en los pantalones. Y eso no en vano. Con esto quiero decir que algo habremos hecho bien si somos tan temidos. Algo tendrá este movimiento que pone en alerta a toda la policía parisina para hacernos la vida imposible.
Y, me parece que, eso que tanto asusta es justamente aquello que somos. Eso que tanto asusta es la coherencia de nuestro discurso con nuestros actos. Un movimiento pacífico que cree en una democracia real. Un grupo de individuos que decidieron, hace ya un tiempo, luchar juntos por el bienestar colectivo. Que no se nos olvide. Si hay algo por lo que el movimiento ha tenido tanto éxito es porque cualquiera puede sentirse identificado, cualquiera puede formar parte de él…
Y una vez que estás dentro… ya no puedes controlarlo. Como una droga, te vuelves adicto, pero en realidad, nada que ver. Adicto a hacer asambleas y escuchar a los demás, adicto a dejar de mirarte el ombligo y preocuparte in crescendo por lo que te rodea, adicto a protestar porque este mundo es injusto y feo … Te transforma de arriba abajo y ya nada vuelve a ser como antes.
Para colmo, los más intoxicados decidieron irse a caminar, primero desde diferentes puntos de España hacia la capital y ahora hacia Bruselas… más de dos meses de andar, reunirse, escuchar, opinar, discutir, tirarse de los pelos pero sin pegarse (¡que somos pacíficos!), desesperarse, llorar, reír, volver a llorar (pero esta vez de alegría), crecer, andar, emocionarse, crecer, andar, aprender que nada es fácil pero que vale la pena, y andar… porque la utopía está en el horizonte y lo importante es el camino …
Y el camino, amigos, lejos de ser un camino de rosas estaba más bien lleno de espinas. Estamos descubriendo que realmente estamos intoxicados, que dentro de nosotros hay una parte del monstruo que dejo de lado el bienestar colectivo para volver a mirarse el ombligo… y a cada paso de liberación que damos, a cada espina que echamos a fuera, dañamos a un compañero y el conflicto vuelve a resurgir dentro del grupo…
Nos queda tanto por aprender. Démonos por satisfechos si al final del camino (leáse Bruselas o donde quiera que termine) hemos salido de la jaula que nos impedía abrazar al vecino, amarlo a pesar de las diferencias y luchar juntos porque todos cabemos en la tierra y todos tenemos derecho a una vida digna. Démonos por satisfechos si al final del camino logramos ser libres. Démonos por satisfechos si conseguimos ser el ejemplo de aquello que predicamos.
Soys valientes, soys cabezotas y me habeis demostrado con vuestra tenacidad que todo es posible. Simplemente hay que creérselo y esforzarse para ello. Cada individuo es absolutamente válido para luchar por sus derechos pero no es nada sin el grupo.
Confío en vosotros, mil gracias héroes.
DE NORTE A SUD, DE ESTE A OESTE,
LA LUCHA SIGUE, ¡ CUESTE LO QUE CUESTE!